
En numerosos países, como en Chile, la batalla dada en contra del aborto es por una razón muy simple, tú y yo fuimos mucho más que un puñado de células.
El tiempo, esa creación del hombre. Blog de Andrés Suárez, Poesía, Sociedad, Fotografía, desde Santiago de Chile
El programa pro empleo del gobierno de Chile unos años atrás tuvo un efecto más que perverso con respecto a su fin. Iniciado para paliar una situación de desmedro de los más enajenados de nuestra sociedad, tenía una fecha de inicio y de término, pero la fecha tuvo que ampliarse. ¿Por qué, se preguntará el lector? Porque como nadie tuvo la voluntad de ejecutarlo en el tiempo establecido la mayoría de los alcaldes, tanto de la Concertación como de la Alianza, no quiso eliminar este programa porque a fin de año venían las municipales, y todos querían los votos que éste redituaba. Los alcaldes se unieron, el presupuesto público fue alterado, y consiguieron lo que querían, ampliar el programa mucho más allá de lo planificado. Pero como nada dura para siempre, pasadas las municipales el pro empleo se acabó, pero les enseñó a los destinatarios algo que no era de Bien Común: querer depender del Estado.
Cuidado con las críticas y más críticas que hemos estado construyendo alrededor del Estado. Eso podría hacernos creer que no lo necesitamos, y querer hacerlo pequeñito cuando a los más excluidos de la economía de mercado, o que simplemente están al margen de ésta, el único que puede llegar hasta ellos es este vilipendiado Estado a través de sus políticas públicas que le permiten llegar a “ser” un ciudadano con deberes y con derechos.
Esa mirada de burla sobre la clase política carece de altura de miras. ¿Cuál es la visión de largo plazo que hay detrás? Pareciera no haberla. Pareciera que toda mirada busca pajas y más pajas en los ojos de los demás.
Quiero relevar la responsabilidad social. Las grandes empresas han debido prestarle atención a este concepto porque su tamaño y decisiones inciden en el bien común de nuestra sociedad, por ello muchas de ellas se han esforzado hondamente en transparentar sus procesos. El Estado debiera estar atento a esta corriente. La misma exigencia para ambos, pero con altura de miras, con visión de país, y no con esa risa burlona que se abulta detrás de una pecera.
Mucho se ha dicho con respecto a la necesaria transparencia de la gestión de las empresas, por eso ellas han hecho un gran esfuerzo en dar a conocer información de su desempeño y desarrollan políticas de Responsabilidad Social Corporativa para que el público conozca de la mejor manera posible cómo llevan a cabo su procesos y cómo se vinculan el Plan de Negocios y la ética corporativa. Y las empresas del Estado también han hecho lo suyo en este camino. Pero los ciudadanos perdemos la noción de responsabilidad social al haber estado atentos sobre el reciente comportamiento de otras organizaciones del Estado, en donde pareciera que los criterios del Bien Común quedan en manos de los que se conforman con una ética acomodaticia. No es posible asignar una fuerte presión social a las empresas cuando el sector público evade las responsabilidades de su comportamiento.
¿De qué sirven los grandes discursos del Chile del Bicentenario cuando no hay transparencia en gastos que no son menores?: maquinaciones políticas, dirán algunos. Pues no, justificar gastos electorales con facturas que no eran correctas es algo que no podía ocurrir cuando era la primera vez que el Estado financiaba campañas de este tipo. Quedarse con frases de un Chile “poco” corrupto es inaceptable, simplemente no tiene por qué serlo, y porque la actuación de las personas que ejercen el servicio público debe de ser intachable, de otro modo estaríamos asistiendo a la desnaturalización del Estado.