enero 29, 2007

Bachelet, progresista en Latinoamérica (opinión)

Bachelet viene de la más pura tradición socialista chilena. Esta primera característica es bastante particular, porque si bien podemos escuchar hablar del socialismo francés como un gran distintivo, bien podemos también hablar del socialismo chileno. La actual presidenta de Chile viene de una tradición iniciada a mediados del siglo XIX, y que comenzara a consolidarse a fines de este mismo siglo cuando nace el movimiento Unión Socialista, hasta la conformación definitiva del Partido Obrero Socialista en 1912, con Emilio Recabarren. Sin embargo, dentro de este desarrollo, al día de hoy no es posible compararla con los demás líderes latinoamericanos en ese contexto socialista porque esta tradición es muy distinta a la de los demás países de la región, y porque los procesos que vive cada país difieren profundamente del uno al otro. Por esa razón, si la queremos comparar con otros líderes latinoamericanos debemos hacernos desde el progresismo. Hablar de socialismo con una fuerte economía de mercado como la chilena no tiene sentido.
Ella misma ha señalado recientemente que el nuevo marco del desarrollo chileno es el nuevo progresismo, en donde confluyen varias culturas políticas: el humanismo cristiano y el humanismo laico, el socialcristianismo y la socialdemocracia.
Es en este contexto que los presidentes de la izquierda latinoamericana pueden ser comparados, en su crítica a la economía de mercado, y su batalla por la justicia social. Pero solo en líneas generales. El socialismo de Chávez, que él mismo denomina “socialismo el siglo XXI”, ha hecho algo que no se puede hacer: lograr excluir a la clase política de la política. Bajo este mismo razonamiento, nadie puede excluir a los empresarios de hacer empresa. Pero Chávez se las arregla, por ejemplo, ha hecho que el Banco Central pierda autonomía. Y el nuevo plan de medidas socialistas por decreto. Pues bien, también ha dicho que Cristo era comunista, como él (sic). Por cierto, también ha afirmado que es socialista, y mucho tiempo antes que lo quería era corregir el capitalismo. Y no hablemos de este comunista cuyo principal comprador de petróleo es EE.UU. Todo a la medida. Lo mismo pareciera querer decirnos Evo Morales cuando ha avisado que enviará un proyecto al Congreso que indica que las autoridades electas por más del 50% de los votos no podrán ser llevadas a referéndum, situación en la que él se encuentra al día de hoy, de manera no de poder aplicársele un referéndum revocatorio. Pero Evo Morales reclama a Chile el mar, que perdiera cuando a fines del siglo XIX Chile tomara posesión de las tierras que antes pertenecieran a Perú y Bolivia. Hace pocos días Evo y el Canciller Chileno, Alejandro Foxley, vestidos en ropa deportiva, salieron a trotar juntos para ver a qué acuerdos llegar. La fotografía es francamente ridícula, pero lo cierto es que es justo que Bolivia acceda al mar, pero tampoco se puede afirmar, como en el caso de Chávez, que se logrará pronto una confianza internacional hacia su gestión con los conjuntos de medidas que quieren renovarlo todo, absolutamente todo.
Ecuador ha elegido a un chavista, Rafael Correa. Cuando asumió el poder hace unos pocos días afirmó que prometía poner fin de “la amarga noche neoliberal” y el inicio de una revolución en el marco del “socialismo del siglo XXI que impera en Latinoamérica”. Vaya siglo XXI, querer rehacerlo todo cuando poco se ha hecho.
Y el MERCOSUR. Chile ha exigido al bloque, del que no es miembro sino socio, proyectos concretos, y no declaraciones de cosas que se quieren hacer. Ello implica llevar a cabo proyectos que produzcan impactos concretos, resultados medibles de la política del MERCOSUR, que no hemos observado en los años que lleva de funcionamiento, desde 1991.
Como vemos, el socialismo de Chile, más socialdemócrata, no tiene que ver con las políticas de otros presidentes izquierdistas de la región. Proporcionar crecimiento con cohesión social, y disminuir los niveles de inequidad, desde la infancia, forman parte del programa de gobierno de la progresista Michèle Bachelet. Si encontramos que hay similitudes entre un presidente y otro hay que animarse a buscar detalles, pero no ideologías ni proyectos de gobiernos, al menos en lo que respecta al desarrollo y desarrollo de la institucionalidad.
Casi que lo único que une a los presidentes de izquierda de América Latina es su crítica al neoliberalismo. La presidente de Chile va más allá de una economía de mercado, sin la locura que la caracteriza. Bachelet podría llegar a ser una gran estadista, pero claro, una estadista que no está ni cerca de Chávez, ni de Evo, ni de Correa. Quizás lo esté de Lula y de Kirchner, pero eso ya es una reflexión para otra sección, cuando quizás se nos desarme el progresismo latinoamericano.


enero 19, 2007

Globalización, Desarrollo y Políticas Públicas (Opinión)

Esta semana acudí a un seminario de empresa, iniciativa comandada por un importante centro de responsabilidad empresarial con sede en Santiago. Una interesante exposición hizo el ex presidente de Colombia, don Ernesto Samper. Se refirió a la globalización comenzando por un curioso hecho que decía que contaba en un curso que imparte en la Universidad Javeriana: La muerte de Lady Di. No dejó de llamar la atención cuando lo dijo, pero con la explicación aclaró toda duda, pues se trataba de una princesa inglesa que iba con su novio egipcio arriba de un auto alemán huyendo de unos paparazzis italianos que les tomaban fotos con unas cámaras japonesas que chocaron en una carretera de París y que ella murió siendo atendida por unos médicos vietnamitas. Había más ejemplos sobre el desarrollo de la historia, pero lo que quiero decir al recordar sus palabras es que el proceso de globalización, aunque sea casi un chiste en el ejemplo empleado, no se puede rehuir.

Pero la globalización, para que sea un proceso exitoso, debe ir acompañado de un correcto diseño de políticas públicas, como menciona Joseph E. Stiglitz en su último libro, “Making Democracy Work”. Este acompañamiento se refiere al impulso en áreas como la educación y la tecnología, pero también con el impulso a la empresa. No se puede estar formando profesionales cuando no hay un desarrollo empresarial para la inserción laboral, de lo contrario se producirá un éxodo de profesionales. Y este es apenas uno de los ejemplos.

Por otro lado, sin políticos no puede haber política. La política conduce los procesos de desarrollo. Los empresarios y los políticos no pueden reemplazar el sitio de uno y otro. El Estado tiene un papel en la Economía de Mercado. Pero no podemos abstenernos de una clase política, como dijera don Ernesto Samper, que debe de ser honesta y responsable, como lo tiene que ser la gente de empresa, ciertamente. Y por ello muchos de aquéllos abrazan la responsabilidad social de la empresa. Pero lo políticos no pueden desaparecer.

Un estilo de crecimiento friedmaniano a ultranza conducirá a un crecimiento sin desarrollo, además de intentar prescindir de cualquier intervención estatal. Resultados negativos de la globalización los hay por todas partes, como lo vemos en América Latina. Pero resultados positivos del proceso de globalización sí se pueden encontrar en los países del Este Asiático. El desarrollo no basta ser una medida de la comparación del PNB per cápita entre los países. El enfoque de las capacidades de A.K. Sen influyó en el Índice de Desarrollo Humano del PNUD, dado que permite analizar el desarrollo desde una perspectiva más integral de las personas. Me parece también interesante lo que comenta Stiglitz sobre la visión de desarrollo que impulsó el rey de Buthan, el GNH, Gross National Happiness, donde el acento está puesto en la calidad de vida de las personas, e incorpora, además de elementos como las mejoras en la educación y la salud, los valores tradicionales que mantiene la sociedad.

Los países del Este Asiático llevaron a cabo políticas públicas comprendiendo los desafíos de la globalización, pues además de apuntar a un equilibrio político y macroeconómico fueron capaces de mantener altos niveles de empleo y toleraron niveles muy bajos de inequidad. Países como Chile deben atender a esta creciente globalización, ferrocarril del que no podemos saltar, pero sí hacer unas vías que nos permitan acercarnos a una situación de cohesión social. De lo contrario, algún estrellón nos podemos dar.