Bachelet viene de la más pura tradición socialista chilena. Esta primera característica es bastante particular, porque si bien podemos escuchar hablar del socialismo francés como un gran distintivo, bien podemos también hablar del socialismo chileno. La actual presidenta de Chile viene de una tradición iniciada a mediados del siglo XIX, y que comenzara a consolidarse a fines de este mismo siglo cuando nace el movimiento Unión Socialista, hasta la conformación definitiva del Partido Obrero Socialista en 1912, con Emilio Recabarren. Sin embargo, dentro de este desarrollo, al día de hoy no es posible compararla con los demás líderes latinoamericanos en ese contexto socialista porque esta tradición es muy distinta a la de los demás países de la región, y porque los procesos que vive cada país difieren profundamente del uno al otro. Por esa razón, si la queremos comparar con otros líderes latinoamericanos debemos hacernos desde el progresismo. Hablar de socialismo con una fuerte economía de mercado como la chilena no tiene sentido.
Ella misma ha señalado recientemente que el nuevo marco del desarrollo chileno es el nuevo progresismo, en donde confluyen varias culturas políticas: el humanismo cristiano y el humanismo laico, el socialcristianismo y la socialdemocracia.
Es en este contexto que los presidentes de la izquierda latinoamericana pueden ser comparados, en su crítica a la economía de mercado, y su batalla por la justicia social. Pero solo en líneas generales. El socialismo de Chávez, que él mismo denomina “socialismo el siglo XXI”, ha hecho algo que no se puede hacer: lograr excluir a la clase política de la política. Bajo este mismo razonamiento, nadie puede excluir a los empresarios de hacer empresa. Pero Chávez se las arregla, por ejemplo, ha hecho que el Banco Central pierda autonomía. Y el nuevo plan de medidas socialistas por decreto. Pues bien, también ha dicho que Cristo era comunista, como él (sic). Por cierto, también ha afirmado que es socialista, y mucho tiempo antes que lo quería era corregir el capitalismo. Y no hablemos de este comunista cuyo principal comprador de petróleo es EE.UU. Todo a la medida. Lo mismo pareciera querer decirnos Evo Morales cuando ha avisado que enviará un proyecto al Congreso que indica que las autoridades electas por más del 50% de los votos no podrán ser llevadas a referéndum, situación en la que él se encuentra al día de hoy, de manera no de poder aplicársele un referéndum revocatorio. Pero Evo Morales reclama a Chile el mar, que perdiera cuando a fines del siglo XIX Chile tomara posesión de las tierras que antes pertenecieran a Perú y Bolivia. Hace pocos días Evo y el Canciller Chileno, Alejandro Foxley, vestidos en ropa deportiva, salieron a trotar juntos para ver a qué acuerdos llegar. La fotografía es francamente ridícula, pero lo cierto es que es justo que Bolivia acceda al mar, pero tampoco se puede afirmar, como en el caso de Chávez, que se logrará pronto una confianza internacional hacia su gestión con los conjuntos de medidas que quieren renovarlo todo, absolutamente todo.
Ecuador ha elegido a un chavista, Rafael Correa. Cuando asumió el poder hace unos pocos días afirmó que prometía poner fin de “la amarga noche neoliberal” y el inicio de una revolución en el marco del “socialismo del siglo XXI que impera en Latinoamérica”. Vaya siglo XXI, querer rehacerlo todo cuando poco se ha hecho.
Y el MERCOSUR. Chile ha exigido al bloque, del que no es miembro sino socio, proyectos concretos, y no declaraciones de cosas que se quieren hacer. Ello implica llevar a cabo proyectos que produzcan impactos concretos, resultados medibles de la política del MERCOSUR, que no hemos observado en los años que lleva de funcionamiento, desde 1991.
Como vemos, el socialismo de Chile, más socialdemócrata, no tiene que ver con las políticas de otros presidentes izquierdistas de la región. Proporcionar crecimiento con cohesión social, y disminuir los niveles de inequidad, desde la infancia, forman parte del programa de gobierno de la progresista Michèle Bachelet. Si encontramos que hay similitudes entre un presidente y otro hay que animarse a buscar detalles, pero no ideologías ni proyectos de gobiernos, al menos en lo que respecta al desarrollo y desarrollo de la institucionalidad.
Casi que lo único que une a los presidentes de izquierda de América Latina es su crítica al neoliberalismo. La presidente de Chile va más allá de una economía de mercado, sin la locura que la caracteriza. Bachelet podría llegar a ser una gran estadista, pero claro, una estadista que no está ni cerca de Chávez, ni de Evo, ni de Correa. Quizás lo esté de Lula y de Kirchner, pero eso ya es una reflexión para otra sección, cuando quizás se nos desarme el progresismo latinoamericano.