Mucho se ha dicho con respecto a la necesaria transparencia de la gestión de las empresas, por eso ellas han hecho un gran esfuerzo en dar a conocer información de su desempeño y desarrollan políticas de Responsabilidad Social Corporativa para que el público conozca de la mejor manera posible cómo llevan a cabo su procesos y cómo se vinculan el Plan de Negocios y la ética corporativa. Y las empresas del Estado también han hecho lo suyo en este camino. Pero los ciudadanos perdemos la noción de responsabilidad social al haber estado atentos sobre el reciente comportamiento de otras organizaciones del Estado, en donde pareciera que los criterios del Bien Común quedan en manos de los que se conforman con una ética acomodaticia. No es posible asignar una fuerte presión social a las empresas cuando el sector público evade las responsabilidades de su comportamiento.
¿De qué sirven los grandes discursos del Chile del Bicentenario cuando no hay transparencia en gastos que no son menores?: maquinaciones políticas, dirán algunos. Pues no, justificar gastos electorales con facturas que no eran correctas es algo que no podía ocurrir cuando era la primera vez que el Estado financiaba campañas de este tipo. Quedarse con frases de un Chile “poco” corrupto es inaceptable, simplemente no tiene por qué serlo, y porque la actuación de las personas que ejercen el servicio público debe de ser intachable, de otro modo estaríamos asistiendo a la desnaturalización del Estado.
2 comentarios:
100% de acuerdo. La gran medida que debemos conseguir en este sentido es que la Administración esté cada vez más en manos de profesionales de la administración pública, con espíritu de servicio y amplitud de miras para trabajar con gobiernos de distinta orientación, en todos los planes que son de largo plazo y deben superar las rencillas contingentes. Por cierto, ellos podrían impedir, desde sus puestos, que una camarillas se tomen el Estado.
Gracias por este post, Andrés.
Y si, camarillas que he conocido, luchas políticas de las que he sido cocktail. Y qué podemos pedir cuando la derecha no fiscaliza más que con fines electorales, cortoplacistas, y la concertación ha pasado a un nivel en que muchos de los mejores se han dormido en los laureles, mientras que los perros, al acecho, nos devoran el Estado.
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