un desierto de risas cubría los ojos cerrados
fuimos a buscar oficios
fuimos costurera, corsetera, artesano de azabache, martillero
en los sueños inconclusos
fuimos a buscar un novo modus vivendi
nos extraviamos en la ruleta
El tiempo, esa creación del hombre. Blog de Andrés Suárez, Poesía, Sociedad, Fotografía, desde Santiago de Chile
un desierto de risas cubría los ojos cerrados
fuimos a buscar oficios
fuimos costurera, corsetera, artesano de azabache, martillero
en los sueños inconclusos
fuimos a buscar un novo modus vivendi
nos extraviamos en la ruleta
El comportamiento de las sociedades y el nivel de vida que alcancen se ven cada vez más afectadas tanto por el desempeño de las grandes corporaciones como por los programas que surgen de las políticas públicas que lleva a cabo el Estado. En la tarea de lograr el bien común se comienza a discutir la visión tradicional del contrato social, pues ya no sólo sería el Estado sino también las corporaciones las que atenderían problemas de carácter social. Sabemos que no pocas corporaciones obtienen utilidades muy superiores al PIB de muchas economías, su influencia es notable, sea a través de lo que hacen o lo que dejan de hacer. Este escenario plantea la necesidad de la aplicabilidad de normas éticas para aquellos que toman decisiones que tienen un alto impacto en el bien común, ya sea en el contexto privado como en el de las instituciones públicas. La incidencia de las actividades de las grandes corporaciones en las economías donde despliegan sus actividades origina una nueva demanda hacia el comportamiento socialmente responsable tanto para las compañías, como para el gobierno que debe fomentarlo.
Dado lo anterior algunos economistas, como el Premio Nobel Joseph Stiglitz (2006), comienzan a impulsar la idea de una ética global. Mientras, el movimiento de la ética empresarial ha tenido su impacto en las administraciones públicas en algunos estados. Por ejemplo, la aplicabilidad de un buen gobierno corporativo se aplicaría también a las empresas que controla el Estado. Y el desempeño socialmente responsable no sería una cuestión que atañe nada más a los empresarios. El Estado, entonces, debe de responder a este nuevo contexto. Las iniciativas llevadas a cabo en los países de la Unión Europea parecen haber avanzado mucho este último decenio, a partir de la confianza entre la sociedad civil, el Estado y las empresas. En el caso estadounidense, hay una contrapunto entre los seguidores de la ciudadanía corporativa, en donde el Estado no tiene nada que decir respecto del comportamiento empresarial como ciudadano con deberes y derechos y los grupos de interés asociados a los fines de la empresa, y otra visión que sí lo permite.
En el mundo globalizado la ética se desplaza entre la capacidad de dar cuenta de las actividades empresariales, es decir, el accountability y la transparencia, y los esfuerzos en cumplir con un comportamiento socialmente responsable más allá del generar una adecuada rentabilidad, porque las empresas, tanto en sus actividades de negocios como en las filantrópicas, afectan el desarrollo y la superación de la pobreza, en especial en zonas económicamente deprimidas, como ocurre con frecuencia en países como los latinoamericanos, con estadios de desarrollo tan disímiles. En este contexto, el papel del Estado se vuelca, en primer lugar, a desplegar esfuerzos para promover un comportamiento ético de las actividades de negocios. Y, en segundo lugar, aprehender los conceptos de la responsabilidad social que han desarrollado las empresas y que debieran poder aplicarse al desempeño de las empresas estatales y administraciones públicas. Sin embargo, para quienes que inciden en los temas públicos, detrás de todo este proceso se originan algunas reflexiones que debieran contestar, en especial, sobre los fundamentos morales para la globalización.